Cookie | Duración | Descripción |
---|---|---|
cookielawinfo-checkbox-analytics | 11 months | This cookie is set by GDPR Cookie Consent plugin. The cookie is used to store the user consent for the cookies in the category "Analytics". |
cookielawinfo-checkbox-functional | 11 months | The cookie is set by GDPR cookie consent to record the user consent for the cookies in the category "Functional". |
cookielawinfo-checkbox-necessary | 11 months | This cookie is set by GDPR Cookie Consent plugin. The cookies is used to store the user consent for the cookies in the category "Necessary". |
cookielawinfo-checkbox-others | 11 months | This cookie is set by GDPR Cookie Consent plugin. The cookie is used to store the user consent for the cookies in the category "Other. |
cookielawinfo-checkbox-performance | 11 months | This cookie is set by GDPR Cookie Consent plugin. The cookie is used to store the user consent for the cookies in the category "Performance". |
viewed_cookie_policy | 11 months | The cookie is set by the GDPR Cookie Consent plugin and is used to store whether or not user has consented to the use of cookies. It does not store any personal data. |
Explorando Lima
Uno de los grandes aprendizajes desde 2020 ha sido apreciar: lo que hay, lo que es, lo que somos (y lo que no-). Quizá notar lo que estaba, tanto por dentro como por fuera: reconocer esa naturaleza que, por lo general, muchos no asocian con Lima, ciudad cotidianamente emparentada al pollo a la brasa, al tráfico y a lo gris.
El paréntesis que hoy vivimos nos empuja a buscar cierta apertura en espacios naturales inesperados dentro de una de las pocas megalópolis frente al océano y que además tiene montañas que rompen con la monotonía de la costa. Esta inusual geografía permite actividades físicas que se ajustan a los rigurosos protocolos de salud, sin dejar de lado esa conexión pura con la tierra y el mar.
Una opción: el Morro Solar.
Del ruido al viento
A pie, desde el malecón Grau y hacia La Herradura, se puede subir al morro —caminando o trotando— de dos formas principales (porque hay innumerables trochitas que lo atraviesan): la primera es por la vereda al borde de la pista asfaltada que comienza a ascender, casi como una continuación de la subida de la Costa Verde; y, la segunda, es justo antes del túnel que atraviesa el cerro arriba de La Herradura, donde hay una trocha bien demarcada.
Por esta segunda ruta, partiendo desde el malecón, se llega a un mirador dedicado al Peruano del Milenio, Miguel Grau, retratado en una gran escultura cerca de un mapa de la bahía de Lima que muestra las profundidades del océano Pacífico. A pocos metros, una histórica cruz de camino con esa iconografía pagana que contrasta al sol con la luna, la mano y el martillo, o los dados de la vida con los de-
pronto, pasan algunos corredores de trail running y decenas de bicicletas rumbo a los circuitos para practicar downhill. Mientras continúo caminando hacia el túnel, al filo del acantilado, se ve a la gente manteniendo distancias y pescando entre las zonas pedregosas. Y en la pista que serpentea hacia el morro, ya empieza a sentirse el silencio.
Lima en downhill
Escalar el morro es atravesar por uno de los lugares privilegiados que han sobrevivido a la onda expansiva de Lima: la ciudad no se lo comió y hoy es intangible. El viento es cada vez más fuerte y, al llegar a la altura del Cristo, las vistas panorámicas enmarcan la inmensidad, tanto la urbana como la natural.
Para no disuadir la práctica de los deportes, desde hace un par de años se organizó una cuadrilla de seguridad entre los vecinos de Chorrillos, los cuales se llaman “guardaparques”, usan chalecos amarillos fosforescentes y complementan el trabajo de serenazgo; esto ha sido posible gracias al colectivo Todos x el Morro y el proyecto Alto Perú. Hay patrullaje constante, en particular durante los fines de semana, y los robos son casi inexistentes desde que se recuperó este espacio público 👌
Desde la zona más alta, la de las antenas, van bajando los ciclistas, en un deporte que implica estrategia y fortaleza, mental y física, sin dejar de lado la intuición, pues el equilibrio y la confianza son esenciales para saber cuándo soltar los frenos, cómo dar la curva, saltar bien y no pensar en la caída. Aunque el morro no es tan pedregoso, tampoco se le puede tomar a la ligera.
Algunos se detienen tras ese primer tramo cuesta abajo, mientras que otros van descendiendo —sin parar— por la ladera, en una serie de caminos bien cuidados que desembocan en un exigente circuito de montículos de tierra justo arriba de La Herradura.
Y de la tierra al mar
En la falda suroeste del morro, está la Herradura, playa que aún mantiene una mítica ola de entre 2 a 4 metros de altura que se manifiesta en todo su esplendor alrededor de 10 veces al año, pero principalmente entre abril y octubre, cuando se producen más tormentas en la Antártida que generan crecidas del océano desde el sur hacia el norte.
Esta es la mejor ola de Lima, pese a que su forma cambió luego de que se dinamitara el cerro para hacer una carretera inconclusa a la Chira a mediados de la década de 1980. Además, esto desarenó la playa, lo cual conllevó a una decadencia generalizada de la Herradura, una de las playas más prominentes de la Lima del siglo XX.
Más allá de la negligencia de la que ha sido víctima la Herradura, aún permanece el morro. Entre el movimiento físico y el contacto con los elementos, se revaloran en Lima esos fragmentos de paraíso perdido. Sin duda, son estos instantes, de realidades aparte, los que van dimensionando la existencia y fortaleciendo el ánimo en medio de las complejidades del 2020.
* * *
De hoy al cretácico
Se le llama “morro” por irrupción montañosa que servía para orientar a los navegantes, y “Solar”, debido al apellido del primer colonizador español que se hizo de estos terrenos. A un extremo de la bahía de Lima, ese conjunto de cerros va desde la subida de la Costa Verde a la altura del club Regatas Lima hasta la playa La Chira.
En la actualidad, es un espacio tan ecléctico como Lima: alberga un planetario (cerrado hasta nuevo aviso), una cruz construida para saludar al papa con pedazos de torres de alta tensión reventadas por senderistas en la década de 1980; una virgen, otra tradicional cruz de camino, un monumento al soldado desconocido porque fue escenario de una parte de la batalla de Chorrillos durante la guerra con Chile; el controversial Cristo del Pacífico (donado por el expresidente García y Odebrecht) y, hacia las cimas más altas, un gran complejo de antenas de radio y televisión.
Este espacio variado nunca dejó de tener significancias múltiples. Antes de la radiotelefonía, las tragedias republicanas, el desarrollo de los telescopios y la llegada del cristianismo a las Américas, al morro se le conocía como Marka Willka, o lugar sagrado, perteneciente a la cultura Ychsma (de la cual quedan otras notables huacas en Lima, como la Pucllana).
Y mucho antes, el morro quedaba bajo fondo marino: en los acantilados de la Herradura un par de científicos —uno peruano y otro argentino— encontró los restos de un plesiosaurio de hace 135 millones de años incrustado entre las capas de roca. Uno de los pocos registros que existen de este reptil en el mundo.